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Donostia / San Sebastián 2030, cómo avanzar hacia la resiliencia

Donostia / San Sebastián se encuentra inmersa en el proceso de elaboración de su estrategia como ciudad para abordar los retos que deberá afrontar en los próximos años. Estos retos vienen de la mano de tendencias como la amenaza del cambio climático, las dinámicas sociales, como son el envejecimiento de la población, la inmigración, el turismo o la dependencia cada vez mayor en nuestro día a día de los servicios que prestan las infraestructuras críticas como la energía, las comunicaciones o la red sanitaria.

El cambio climático, por ejemplo, plantea a las ciudades retos a corto y a largo plazo. Tenemos por un lado, eventos disruptivos como las cada vez más frecuentes ciclogénesis y borrascas de gran magnitud que provocan daños en la zona de la costa o inundaciones que Donostia/San Sebastián ha sufrido en primera persona. Están, por otro lado, eventos de evolución lenta como el incremento de las temperaturas que provocan cambios en el entorno que se traducen en olas de calor cada vez más frecuentes que afectan tanto a la salud de las personas como cambios en los ecosistemas a los cuales la ciudad debe adaptarse. Todos estos escenarios son complejos, evolucionan en el tiempo y están estrechamente relacionados entre sí, por lo que es necesario desarrollar estrategias transversales con una visión integral que reconozcan la diversidad de escenarios que pueden afectar a la ciudad y sus interdependencias. Asimismo, se debe tener en cuenta a la gran variedad de actores que participan en el desarrollo de la ciudad: el gobierno local, las empresas, las asociaciones, el comercio y la ciudadanía. Entre todos y todas hacemos ciudad y nos preparamos para afrontar y adaptarnos al cambio y para aprovechar las oportunidades que surgen en esta evolución.

Situaciones como la actual crisis sanitaria provocada por el COVID-19, ponen de manifiesto carencias en la preparación de una sociedad para afrontar una crisis que no se esperaba, que no hemos sabido anticipar y ante la cual no estamos debidamente preparados. Cuando las crisis se desencadenan, se evidencian carencias en las políticas diseñadas que se traducen en la escasez de los recursos existentes, en la mala coordinación y priorización entre los agentes que actúan en la crisis, en la falta de alternativas y reacción, en la mala comunicación y en la falta de concienciación ante una crisis de grandes dimensiones como la actual, que parece propia de otras latitudes pero que hoy nos golpea directamente a nosotros.

Pues bien, las ciudades deben necesariamente desarrollar estrategias que vayan más allá de los riesgos conocidos, ante los que deben por supuesto prepararse, y que les permitan activar los mecanismos apropiados cuando se desencadena una crisis que no somos capaces de prever, pero ante la que debemos estar preparados. Sabemos que pasará algo, lo que no sabemos es ni qué, ni cuándo, ni cómo, ni cuánto durará, para ese algo incierto es para lo que hemos de estar preparados como ciudad. Charles Darwin ya en el siglo XIX decía refiriéndose a los humanos: «No son los más fuertes de la especie los que sobreviven, ni los más inteligentes. Sobreviven los más flexibles y adaptables a los cambios».

En esta línea, en los últimos años ha ido ganando relevancia el concepto de ciudades resilientes. La resiliencia es la capacidad que tiene la ciudad en su conjunto, con todas sus estructuras y todos sus agentes, para afrontar y recuperarse de las grandes crisis de forma satisfactoria. En este sentido, las ciudades resilientes son más capaces de anticipar la ocurrencia de una crisis, porque han desarrollado mecanismos de alerta y concienciación que les permiten detectar con antelación signos y cambios de tendencias y, por lo tanto, prepararse para evitar, mitigar, responder y recuperarse de manera adecuada a la crisis. Además, disponen de procesos y medios para realizar el seguimiento de las políticas que se implantan en la ciudad, aprendiendo de las buenas experiencias propias y de otros a través de redes de colaboración y cooperación sólidas, y desarrollando sus capacidades adaptativas para responder a los retos del futuro.

Donostia/San Sebastián es consciente de que debe prepararse para ser capaz de afrontar los retos actuales, pero sobre todo debe hacerlo para anticiparse y prepararse ante los del futuro. Por ello, entre 2015 y 2018 la capital guipuzcoana participó, junto con otras ciudades europeas, en el proyecto SMR (Smart Mature Resilience), un proyecto europeo liderado por TECNUN – Universidad de Navarra. En dicho proyecto se desarrolló una guía para mejorar la resiliencia de las ciudades. Uno de los factores clave del éxito del proyecto fue que se realizó con un enfoque colaborativo, reuniendo a los diferentes agentes de la ciudad para trabajar de manera conjunta la estrategia de resiliencia de la ciudad. Diferentes departamentos del gobierno local, como medio ambiente, la Oficina de Estrategia, infraestructuras, servicios sociales, movilidad y seguridad trabajaron con otros del sector privado como proveedores de energía y comunicaciones o los servicios de emergencias. Todos los participantes en el proyecto trabajaron para identificar y desarrollar mecanismos adecuados partiendo desde el diálogo, necesario para lograr una visión compartida que permita poner en valor y aprovechar las capacidades existentes, e identificar las que no existen pero que son necesarias para mejorar como ciudad.

En el proyecto se identificaron cuatro grandes dimensiones que son las que hay que desarrollar para que la ciudad sea resiliente. La primera de las dimensiones tiene que ver con la capacidad de liderazgo del gobierno local para desarrollar la estrategia de resiliencia en la ciudad, y para desarrollar, transmitir e implementar las políticas necesarias. La siguiente dimensión es la de preparación, necesaria para desarrollar todas las capacidades para afrontar de manera efectiva las crisis. La tercera dimensión es la referente a las infraestructuras críticas de la ciudad que asegura que estas se adaptan de manera adecuada a las necesidades de la misma. Finalmente, la última dimensión es la de cooperación, necesaria para construir una red sólida e integrada a diferentes niveles de la ciudad, que involucre a todos los agentes relevantes para el desarrollo de la resiliencia.

Por lo tanto, Donostia/San Sebastián está actualmente trabajando en estas líneas (gobernanza, preparación, infraestructuras y cooperación) a la hora de definir su estrategia 2030 y convertirse en una ciudad resiliente. Crisis como la del COVID-19 ponen de manifiesto que todavía queda mucho por hacer, pero que el conocimiento, los recursos y la concienciación están ahí. La estrategia 2030 vendrá marcada por los ciclones, las olas de calor y las pandemias que ha sufrido la ciudad y definirá capacidades para hacer frente a estas y a nuevos retos a los que la ciudad tendrá que hacer frente siendo lo más resiliente posible. Y es que, la resiliencia no es una capacidad que se desarrolla de un día para otro, se trata de un proceso iterativo, cooperativo y holístico en el que todos los agentes que conforman la ciudad añaden valor. Por lo que si de aquí a 10 años volviéramos a esta entrada de blog veríamos una Donostia/San Sebastián más madura en experiencia y capacidades, una Donostia/San Sebastián más resiliente gracias al trabajo coordinado y transversal de todos los agentes que la componen.

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